martes, 9 de junio de 2009

EXPEDICIÓN A EGIPTO



Napoleón con los apestados de Jaffa
En marzo de 1798 Bonaparte propuso llevar a cabo una expedición para colonizar Egipto, en aquel entonces una provincia otomana, con el objetivo de proteger los intereses comerciales franceses y cortar la ruta de Gran Bretaña a la India. El Directorio, aunque preocupado por el alcance y el costo de la expedición, rápidamente aprobó la empresa dado que significaba sacar a Bonaparte del centro del poder.
El aspecto más inusual de dicha expedición es la inclusión de un buen número de científicos, lo cual, según algunos, reflejaba la devoción de Bonaparte a los principios e ideas del entonces periodo de Ilustración. Otros, sin embargo, lo vieron como una maniobra propagandística que sólo buscaba ocultar las intenciones imperialistas de Napoleón. Bonaparte también emitió proclamas en las cuales se representaba como liberador del pueblo egipcio, oprimido por el yugo otomano y alabando los preceptos del Islam. Esta maniobra no fue exitosa dado que el pueblo egipcio siempre vio a los franceses como una fuerza de ocupación.
De camino a Egipto, la expedición de Bonaparte conquistó a traición Malta el 9 de junio, expulsando a la Orden Hospitalaria. Desembarcó en Alejandría el 1 de julio de 1798, eludiendo temporalmente a la Armada británica. Aunque los franceses ganaron la decisiva batalla de las Pirámides (con un ejército de 25.000 hombres enfrentados a 100.000 del enemigo), toda la flota francesa (a excepción de dos naves) fue destruida por el almirante Nelson en la Batalla del Nilo. Con su ejército atrapado en Egipto, el objetivo de Bonaparte de fortalecer su presencia en el Mediterráneo se vio frustrado, si bien logró consolidar su poder en Egipto, no sin sofocar antes diversas revueltas populares. Bonaparte ordenó que en Egipto la servidumbre y el feudalismo fuesen abolidos y los derechos básicos de los ciudadanos garantizados. Bonaparte fue llamado por los egipcios Sultán Kebir, el Sultán de Fuego. La situación propició el desarrollo de importantes estudios sobre el Antiguo Egipto entre los que se destaca el descubrimiento de la Piedra de Rosetta.



A comienzos de 1799 condujo al ejército francés sobre la provincia otomana de Siria y derrotó a las fuerzas superiores despachadas por la Sublime Puerta en diferentes batallas, pero su ejército sucumbió ante las plagas (en especial la peste bubónica) y la carencia de suministros. Napoleón dejó un contingente de 13.000 soldados para apoderarse de las ciudades costeras de Jaffa, El Harish, Gaza y Haifa.
El asalto de Jaffa fue particularmente brutal. Aunque los franceses se apoderaron de la ciudad tras unas pocas horas de combate, los soldados de la República asesinaron a bayonetazos a 2.000 turcos de la guarnición que trataban de rendirse. A continuación se ensañaron durante tres días con la población civil, robando y matando a hombres, mujeres y niños. La matanza culminó cuando Bonaparte ordenó la ejecución de 3.000 prisioneros turcos.
Con su ejército debilitado, e incapaz de tomar la fortaleza de Acre, Bonaparte se vio obligado a tornar a Egipto en mayo de 1799. Con objeto de acelerar su marcha, los prisioneros fueron ejecutados y los enfermos abandonados a una muerte segura. De vuelta al país del Nilo, el 25 de julio Bonaparte derrotó a los otomanos en su intento de desembarco en Abukir.
Con la situación en Egipto estancada y la cada vez mayor inestabilidad en Francia, Bonaparte abandonó el país en una goleta rumbo a Francia, dejando al mando al general Kléber.

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